Mona
Quería unirme al homenaje a Aldo, enviando un par de textos sacados de la crónica "Noticia de una operación" que como tu sabes escribí "con el corazón en la mano" durante ese momento tan importante de la vida de Andrea.
Te mando por ahora el primero que refiere a los días antes de salir hacia Houston, y lo hago lleno de tristeza por la partida de Aldo pero de agradecimiento eterno con él, porque algo de él se queda con nosotros cada que vemos a Andrea.
"Los preparativos
Antes que Don Juan, el portero, nos subiera las maletas en el taxi de Arturo, habíamos vivido tres días vertiginosos en la tierra, los tres días que nos llevaron a confirmar a mí, a la Mona y a Andrea en consecuencia, que el valor de la vida se apoya, como siempre ha pasado, en la familia y los amigos. Porque fue al filo de la oportunidad, en el borde del abismo, allí cuando el Doctor Vélez nos puso en el límite, cuando la familia se desbocó.
Todo empezó con Rosa M, que recibió la noticia con un llanto adolorido parecido al de una condena a muerte. Pero ese llanto siguió a una llamada hecha al día siguiente a Aldo, su primo, el primo Hoyos, el Hoyos de sus entrañas, que nos empezó a orientar desde entonces como orientan los ángeles a los pecadores en las noches del extravío. Rosa M lo llamó, el jueves por la noche, al otro día del encuentro con Vélez. Y desde esa noche Aldo explayó su inmensa generosidad. Habló con Rosa Matilde, su prima, habló con Cesar, el esposo de su prima, habló conmigo como si fuera su yerno y habló para escuchar.
Cuando lo volvimos a llamar, el día siguiente, ya tenía todo resuelto: ya había hablado con Lombana y Lombana con el Decano. Había fijado la ruta y la cifra del camino a seguir, el camino que finalmente le salvaría la vida a Andrea...."
y la otra parte, que es ya al final.
"Aldo vino a visitarnos el miércoles, un día después que Andrea regresara al apartamento. Vino con Cristina y con Joy. Rosa M, la Mona y yo estábamos celebrando de nuevo la vida con Andrea a nuestro lado. Esa fue la noche en que Aldo empezó a sentirse tan cerca de nosotros como nosotros nos sentíamos cerca de él desde hace tantos días. Y esa fue la noche en que empezó a contarnos de lo su familia, la misma de mi suegra.
Cinco días después, el domingo último de ese mes, estuvimos en su casa, comiéndonos un pavo con champagna. Una celebración que empezó como una acción de gracias y terminó como un feliz cumpleaños. Un original agradecimiento por el retorno a la vida de Andrea, una celebración renovada de nacimiento y adelantada de júbilo por los años de vida que Andrea le arrancó a la muerte. Todo ello celebramos allí, con Aldo y con Joy y Cristina, oyendo palpitar a cada instante su corazón del tamaño del de el arcángel San Gabriel.
Aldo contó cómo su Papá edificó los murallones alrededor de la finca para desviar el curso del río Bogotá evitando, como el río Nilo, la inundación en las épocas de subienda y contó cuando su abuelo, decidió sembrarle una franja de eucaliptos paralela a esa inmensa muralla de tierra, emulando, en Cundinamarca, la muralla china, en el sitio donde hoy queda el barrio Kennedy. Contó cuando su papá trajo uno de los primeros toros Holstein y como en medio del antiguo gran Caldas, recién llegado, al toro le dió por matar al primer desprevenido peón que se le atravesó, sin sospechar nunca, que a causa de su ímpetu iría a morir una semana después de intoxicación crónica por el embadurnado de vinilo con el que terminó a manos de los otros peones de la finca que encontraron así la forma de vengar a su colega muerto. Contó que un tiempo después, fracasado el trato con los toros en la finca, a su padre, se le ocurrió traer 50 panales de abejas africanas que se le extraviaron en los primeros días hasta cuando una muchacha de servicio encerando el piso hizo una fuerza suficiente para abrir un boquete en su madera debilitada, por el cual reaparecieron las miles de abejas inundando la casa y dejando medio muerta a la hacendosa muchacha, mientras su padre saltaba de júbilo, no por haber recuperado a las abejas sino por haber resuelto el misterio de su sorpresiva ausencia. Contó cómo en esa finca se dedicó su tío a hacer experimentos de genética agrícola hasta producir la primera curuba sin pelos, la cual nunca tuvo éxito comercial porque los pelos de la curuba no le molestaban a nadie. Contó cómo su tío Jaime en una premonición davinchesca se encerró durante años en un garaje a construir un avión revolucionario, pues como le dijo a mi suegro: “no necesita de todos los petróleos que ustedes producen, sino que funciona con una fuente de energía mucho más barata y mejor: el banano y el bocadillo que necesita su piloto para pedalear” Contó cómo su tío tuvo que tumbar la fachada de la casa y arrancar la puerta del garaje para sacar el avión una vez que estaba terminado pues nunca calculo que por la rampa hundida y la pequeña puerta del garaje no saldría jamás el avión entero. Contó cómo su tío argumentó cuando le increparon contra el improperio de derruir las paredes que resultaba más fácil volver a poner los ladrillos de la casa que reensamblar las bisagras de puerta de closet y los tubos de cobre y las correas y telas y carpas y remaches y cocidos del infinito avion.
Todo eso contó Aldo, mientras cocinaba el gran pavo, mientras celebraba con nosotros la alegría de sentirse paisa y Hoyos, y de sentirse con Rosita -como le decía a Rosa M- y con nosotros a su lado, pero sobre todo el infinito orgullo de haber acertado el día providencial en que le abrió a Andrea el camino del retorno a la vida, asumiendo con sabiduría el pálpito que traería tiempo después a la Andrea, allí, de vuelta en su casa vivita y coleando, rosada y sonriente de tanta nueva vida.”
J C NEGRET"