Solo pude disfrutar de la amistad con Liliana sus últimos cinco años pues aunque nos conocimos hace mucho tiempo en la Universidad del Valle fue solo gracias a una amiga común que vive en Alemania que supe que ella también vivía en el sur de la Florida y nos volvimos a reencontrar para compartir tantas cosas que teníamos en común. Para mi fue un alivio encontrar en la Florida una colombiana que no fuera conservadora y compartiera conmigo las ideas progresistas y liberales del Partido Demócrata y nuestra admiración por el primer Presidente negro en USA Barack Obama. Nos tocó vivir la derrota y ver cómo Trump se posesionaba como presidente y esto como a millones de mujeres nos afectó de muchas formas, al poco tiempo Liliana se enfermó. Las perdidas emocionales de todo tipo nos dejan profundas huellas, el dolor y sufrimiento que sentimos afectan la capacidad de nuestro organismo de luchar contra las agresiones que a diario reciben nuestras cédulas. En nuestros paseos tuvimos largas conversaciones donde Liliana me compartió episodios de su vida que yo desconocía, me impactaron mucho, reforzaron nuestra amistad y me llevaron a admirar profundamente su carácter, su integridad, su capacidad para enfrentar las adversidades. Recuerdo el día que me llamo a contarme el diagnóstico que había acabado de recibir y mi corazón se heló pues unos años antes mi hermano mayor recibió el mismo diagnóstico y murió dos meses después pero Liliana decidió con su coraje de siempre que no se iba a dejar vencer de la enfermedad y dio una batalla sin tregua donde demostró todo su carácter y fortaleza, un gran ejemplo para todos, yo sabía que cada minuto de vida para ella era un milagro posible gracias a las bendiciones más grandes de su vida: sus hijos y su familia. Yo siempre le decía a Liliana lo afortunada y privilegiada que ella era al tener los hijos que más quieren a una madre que yo haya conocido en mi vida, nada se compara con el amor y la devoción de esos hijos por ella y de sus hermanas y hermanos, también nunca he conocido una familia así de especial, de unida, de amorosa, una fuente de energía de amor que le permitió vivir para disfrutar de tantos momentos de alegría como recibir a su quinto nieto o la celebración tan maravillosa de sus 65 años rodeada de toda su familia y amigos, bailando y gozando de lo lindo. En ese tiempo logramos seguir disfrutando de nuestros gustos en común como el buen cine, teatro, el arte, la buena comida, conocer lugares nuevos. Ella me llevo a la Calle 8, al Cineclub del Tower Theatre, al Café Versalles, disfrutamos muchas veces de la comida cubana y de los sitios de música en vivo que ella conocía, donde terminábamos hasta bailando, gracias a ella conocí ese mundo que a ella tanto le gustaba de los cubanos en Miami y que yo desconocía. Nos gustaba explorar nuevos sitios y alcanzamos a hacer unos viajes juntas y nos seguíamos la cuerda mutuamente como cuando me dio por ir al Rio Miami pues había leído que había un sitio sobre el río con restaurantes, recorrimos varias veces tramos del Río sin encontrar ese lugar pero no nos dimos por vencidas y un día lo encontramos, fuimos a uno de los restaurantes y quedamos de volver al resto otras veces pero eso ya no lo logramos hacer. Tengo fotos de recuerdo de cuando finalmente almorzamos mirando el Río Miami.
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Siempre admiré en Liliana su amor por sus raíces, a pesar de llevar tantos años en USA, su devoción por Colombia era incansable especialmente por su amada ciudad de Cali y eso nos identificaba mucho pues aunque nací en Bogotá los últimos años que viví en Colombia fueron en Cali y la considero mi ciudad adoptiva. Su pasión por todo lo colombiano, la comida, artesanías, el arte, el baile y la música colombiana, me encantaba cómo disfrutaba el Vallenato, la Cumbia y la Salsa. Un fin de semana que pase en su casa me levanto y la encuentro bailando Salsa viendo un video en la TV que resulto siendo el Tributo a la Salsa Colombiana del Maestro Alberto Barros quien fue mi vecino en Cabañas del Paraíso en Cali cuando era director musical del Grupo Niche, le conte las veces que lo acompañe a sus conciertos incluso en ciudades como Londres, se emocionó mucho y quedamos de ir juntas a visitarlo a su casa pues el ahora vive en el Doral, otro de los planes que no logramos hacer. Liliana siempre me sorprendía con su sensibilidad y conciencia social, su amor por la justicia, y los derechos de las clases menos favorecidas como dicen en Colombia, para mi este rasgo fue muy importante en nuestra amistad pues mi formación como Socióloga me hace ver el mundo en esa misma perspectiva y no es fácil encontrar en este medio personas con esta misma sensibilidad y esto me hacia valorar más a Liliana y nuestra amistad. Nuestra identidad en asuntos políticos progresistas en este país nos acercó al igual que nuestro pasado en común en Cali apoyando los movimientos estudiantiles y de izquierda de nuestra época. Valoraba mucho que Liliana no era como la mayoría de los colombianos que viven en la Florida que porque ya viven en este país no solo desprecian todo lo colombiano y se sienten superiores sino que se vuelven de derecha en contra de los migrantes cuando ellos mismos lo son y apoyan mas a los políticos republicanos que promueven el racismo y la xenofobia pero Liliana no era así , me va a hacer tanta falta, la voy a extrañar tanto pero espero poder cumplir uno de sus deseos, siempre me decía: Carmen E: cuando saquemos a este monstruo de la presidencia lo vamos a celebrar, ese día nos vamos a emborrachar y a bailar donde sea pero lo vamos a celebrar por lo alto. Claro que si querida Liliana te lo prometo porque ese día que tanto soñabas estarás conmigo y millones de personas en todo el mundo celebrando, así será. Bueno podría continuar contando tantos recuerdos lindos de Liliana pero este escrito ya está un poco largo. Un último recuerdo del Fin de Año del 2018 que pude pasar con ella y su familia en Miami.