María José, para los que tuvimos el privilegio y el honor de conocerla, fue y es sinónimo de unión, fuerza, valentía, empeño, tesón, entrega; una fe inquebrantable, un corazón enorme, un corazón que no guardaba rencores, un corazón dispuesto a perdonar. Para mi gorda todos éramos iguales, no importaba si eras gordo, flaco, blanco, trigueño, alto, no tan alto, feo, bonito, rico o pobre de Mache ibas a recibir exactamente el mismo trato, nunca supo distinguir los unos de los otros, así era mi Mache, así era nuestra Mache.
Durante estos días hemos embalsamado nuestra herida con los mensajes que han dejado sus familiares, amigos y conocidos, y nos hemos dado cuenta que Mache realmente vivía el evangelio y cumplía el único mandato que nos dejó Jesús “amarás a Dios sobre todas las cosas y a tu prójimo como a ti mismo” y vaya que tenía muchísimos prójimos… Desde su familia nuclear hasta el paciente que llegaba a la sala de emergencias del Mario Rivas en busca de ayuda, desde sus íntimos amigos hasta los que tuvieron la oportunidad de verla una única vez, desde sus compañeras hasta las mujeres que daban a luz en el Leonardo Martínez, todos absolutamente todos recibimos de Mache mucho mas de lo que se suponía que nos debía entregar. Los tramos más pedregosos de nuestro camino siempre estuvieron acompañados por sus palabras llenas de amor, sus consejos llenos de sabiduría o simplemente por su silencio lleno de misericordia y comprensión. Muchos de nosotros somos mejores personas gracias a ella, a su ejemplo, a su amor… Debemos admitir que Mache marcó nuestras vidas y que esa marca es la que nos tiene aquí, 40 días después de su encuentro glorioso con Jesús buscando seguir su ejemplo.
En nombre de nuestra familia queremos agradecer profundamente a todas las personas que nos han acompañado en estos momentos de profundo dolor, gracias familia, gracias amigos, gracias compañeros de escuela de Mache, gracias compañeros de la facultad de medicina, gracias catedráticos, gracias doctores, gracias al personal de la Escuela Episcopal, de la Universidad Católica, del Hospital Mario Catarino Rivas, del Hospital Leonardo Martínez, gracias a todas esas personas que por medio de sus anécdotas y vivencias nos han hecho ver que mas que lamentar su partida debemos alegrarnos por su llegada al cielo, que mas que llorar por su muerte debemos celebrar su vida y que aunque es doloroso el no poder verla todos los días ese dolor debe menguar ante la certeza que Mache está nuevamente cara a cara con su Dios, con su creador.
Mache fue entregada a Dios en medio de oraciones, su alma está con él, le adora todo el tiempo, su voz sigue alabando a su Señor. Te amamos gordita, te llevaremos siempre en el corazón, toda tu vida luchaste por lo que querías. Mi doctora Dios te concedió tu más grande sueño ya que eternamente vestirás de blanco.